En tiempos de pandemia, de cuarentena obligatoria, familias, niños/as y docentes vivencian un nuevo formato de escuela, específicamente, la institución escolar ingresó en lo más íntimo de cada quien: su hogar.
TXT: Victoria Arrarás . Lic. en Psicopedagogía
Sin registros de las diferencias ni tiempo para elaborar, quedamos inmersos en una educación virtual que obliga a pensar diversas cuestiones: la accesibilidad, el encuentro con el docente, el lazo con pares, la función de la escuela, entre otros. De distintas maneras todo lo anterior permanece afectado, mutado. Las demandas cambiaron, los espacios se invadieron, los lazos se transformaron. En primer lugar hay que ubicar que el niño es un sujeto que responde con sus recursos a todo aquello que acontece. La sensación de permanecer en un domingo constante, la pérdida de la rutina, las categorías de tiempo y espacio deformados comandan nuestros días, no hay un corte en el tiempo sino que hay una continuidad difícil de acotar. Esto incide de manera singular en cada uno de los involucrados.
Es sustancial mantener la consigna de que “Aislamiento Social” no es sinónimo de soledad; que el encuentro con otros «de afuera» se convierte en la apuesta más importante a sostener en tiempos en que manifestaciones de angustia, de ansiedad y de ahogo -ligadas al enojo-, invaden a los jóvenes. Se debe apostar al encuentro en una era en la que el desencuentro se hizo protagonista. Generalmente, en espacios que comparto con jóvenes, transmito que el foco debe estar ahí, en la recreación, en lo vincular, así como también en la creación, en la productividad, con el objetivo de luchar contra el “estado dominguero” antes mencionado.
El contacto permanente con las pantallas produce efectos en el cuerpo y conllevan a una exposición a fenómenos propios de la actualidad, un buen uso de la tecnología puede alentar al lazo social. Hoy permanecemos todos conectados, no comunicados.
Es habitual escuchar y alojar a las familias, ya que se entienden por fuera de su cotidiano, una vez más es un grito desesperado, ante este acontecimiento que nos encontramos viviendo y que no hay que ignorar. Los docentes se presentan permeables y se adaptan a los nuevos recursos en cursos acelerados para poder sobrellevar sus clases. Más de uno se identificará con estas presentaciones de modo combinado, docentes/padres, por ejemplo.
La convivencia permanente, es un desafío y en muchos casos el interjuego de deseos que atraviesa a cada integrante de las familias no encuentra vía por la que explayarse, esto genera frustración, «uno se siente invadido». La escuela es considerada una institución que promueve la autonomía en los niños, efecto de encarnar la separación de los niños con su seno familiar y dicha función estaría afectada en el contexto actual. Los agentes de las instituciones escolares, deben acompañar el incidente crítico que nos encontramos experimentando escuchando a los educandos, entendiendo sus tiempos y posibles dificultades, aceptando que la situación es única y particular, de este modo se alivia el cotidiano en las casas y se hace de esto una vía posible de transitar con otros.
Las normas, la organización, también son entidades que, en parte, brinda la escuela. Esto es imprescindible en la constitución subjetiva, sin embargo, es un momento en el que realizar grandes movimientos puede producir grandes efectos. Entonces, la escuela de hoy se torna distinta, solitaria, trabajosa, invasiva, para todos los que la “habitamos”, apostar a un buen desarrollo de la misma es acompañar a los educandos, docentes y familias en un tránsito que facilite y no obstaculice. ©
La Lic. Victoria Arrarás es Orientadora Educacional en el Instituto Parish Robertson
Coordinadora de Consultorios Externos A.I.PA.N.N. – Hospital Interzonal J.A. Esteves.
Docente en U.N.L.Z. y U.A.I. Atención psicopedagógica Centro Las Heras.