El viajero desembarca en Santorini, una de las más famosas islas griegas, conocida por su forma de medialuna y sus hermosas casas blancas con techos azules.
Luego de atravesar el Mar Egeo, el viajero llega a Santorini, en Grecia. La isla forma parte del archipiélago de islas volcánicas de las Cícladas, que se despliegan desde el Atica y la península del Peloponeso en la Grecia continental hasta casi Creta. Su historia se remonta a la Era Prehistórica. Excavaciones demostraron que Santorini formó parte de la civilización minoica, pero la mayor parte de los vestigios desaparecieron con la violenta erupción del volcán homónimo que inició la transformación de la geografía actual, partiendo en dos la isla. Parece mentira que el caos haya originado esta belleza de 80 kilómetros cuadrados.
La capital de Santorini, Fira, vive colgada de un barranco con forma de media luna, a 260 metros de altura. Desde el puerto, son varias las posibilidades para subir hasta el casco urbano: en mula, a pie, en teleférico, o en ómnibus. El viajero elige hacer frente a los 586 escalones de un estrecho camino. La caminata lo invita a apreciar las encantadoras casas blancas con puertas y ventanas azules, e iglesias con cúpulas redondas azules bajan por la ladera del cráter volcánico. Casi toda la ciudad es peatonal. Es un placer pasear por las callejuelas empedradas o sentarse en cualquier terraza bañada por el sol, desde la que se puede ver una bella panorámica del volcán y, por supuesto, unas impresionantes puestas de sol.
Oia es el lugar más fotografiado de la isla. Su famoso rito de la puesta de sol es conocido en el mundo entero.
Santorini ofrece magníficos sitios arqueológicos para visitar, que se dispersan entre los pueblos de Arhea Thira, Profitis Elias, Pyrgos, Thermi y Vlihada, así como museos, entre los que se destacan el Museo de Prehistoria, el de Megaron Gyzi, el Museo Arqueológico, el Museo Prehistórico, el Centro Cultural Bellonio, el Museo del Vino o el Museo Marítimo. Este último se encuentra emplazado en Oia, el lugar más fotografiado de la isla. Su famoso rito de la puesta de sol es conocido en el mundo entero. Como si de un rito se tratase, los habitantes del pueblo de callejuelas estrechas y acantilados, se desplazan hasta allí para contemplar este maravilloso espectáculo. Numerosas escaleras y rincones ofrecen vistas de ensueño.
Santorini vive colgada de un barranco con forma de media luna, a 260 metros de altura. Hay varias posibilidades para subir hasta el casco urbano, en mula, a pie, en teleférico, o en ómnibus.
Las excursiones en barco son una de las visitas más interesantes que Santorini le ofrece al viajero. Veleros, pequeños yates, goletas o catamaranes parten a toda hora rumbo a la caldera del volcán o a la isla de Thirassia. El viajero elige realizar la excursión al volcán de Nea Kameni y Palea. Una vez en estos pequeños islotes, camina por los senderos de lava negra solidificada del volcán y descubre el cráter y otras aberturas de las que sale vapor de azufre.
Luego de la apasionante experiencia, el viajero disfruta de las magníficas playas que se abren al Mar Egeo, como la de Kamari, famosa por su arena negra y los muros verticales de piedra volcánica en los que se asienta el pueblecito blanco.
En el pequeño pueblo de Immerivigli, ubicado a 2 kilómetros de Fira, el viajero visita el monte Scaros donde se alzan las ruinas de un antiguo castillo. El monte constituye un balcón natural para ver una de las puestas de sol más bellas del mundo. Aunque la que se ve desde el puerto de Oia no tiene nada que envidiarle. Es una hora mágica, durante la cual muchos turistas se unen a los habitantes para vivir este momento único. ©
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