Les proponemos conocer la capital y la ciudad más grande de Bélgica, Bruselas, famosa por su gran cantidad de museos, sus monumentos góticos, sus cómic, sus fachadas modernistas, su chocolate y su cerveza, y dueña de una rica historia que supera los mil años.

Los orígenes de la ciudad de Bruselas se remontan al año 695, cuando el obispo de Cambrai y Arras, Saint Géry, erigió una capilla en honor a San Miguel Arcángel en el emplazamiento de la actual capital de Bélgica. Pero el lugar recién tomó el nombre de Bruselas en 979, cuando el emperador germano Otto II confió a Carlos, duque de Lorena y descendiente de Carlomagno, un feudo en el valle del río Zenne e hizo construir sobre la isla un fuerte. El lugar fue llamado “Bruocsela” -bruoc: pantano; sella: templo o capilla-, que significa “capilla del pantano”. Un siglo después, la isla Saint Géry fue abandonada por ser demasiado pantanosa y la población se trasladó al sur del río Zenne, a Coudenberg, donde actualmente se encuentra la Place Royale. Allí se construyó un castillo que, posteriormente, recibiría al duque Juan I de Brabante, en el siglo XIII, y a los duques de Borgogna, en el XV.
En la Edad Media, Bruselas ya era un pujante centro mercantil. Los bruselenses heredaron la sabiduría de sus antecesores, quienes vivieron bajo el imperio de los romanos, españoles, austriacos, franceses, holandeses y alemanes hasta que lograron la independencia en 1830. Tras el triunfo de las fuerzas revolucionarias, Leopoldo I fue nombrado rey de la nueva nación independiente.
Grandes trabajos arquitectónicos acentuaron el carácter de Bruselas como capital: se edificaron las galerías Saint-Hubert (1846), el Palacio de Justicia (1866-1833) y el Parque del Cincuentenario (1880). También se realizaron trabajos de encauzamiento del Zenne, se abrieron los bulevares centrales y se crearon nuevos barrios como objeto de un urbanismo revolucionario. Bajo el impulso del arquitecto Víctor Horta, soberbias residencias Art Nouveau se levantaron a comienzos del siglo XX.
Bruselas limita con los Países Bajos, Alemania, Luxemburgo y Francia, lo que la convierte en una urbe multicultural y multilingüe situada en el corazón de la Unión Europea. Es por ello que la ciudad se autoproclama, no sin razón, la “Capital de Europa”. Para reforzar esta idea, en 1958 se convirtió en sede de la Unión Europea. Ese mismo año se construyó, con motivo de la Exposición Universal, el famoso Atomium, que se convertiría en uno de los principales símbolos de la ciudad. En 1967, la OTAN fijó también su sede en Bruselas.

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La lengua es un asunto muy complejo y serio en la bilingüe ciudad de Bruselas, cuyas dos lenguas oficiales son el francés y el neerlandés. Si bien el francés es la lengua materna del 85 por ciento de los bruselenses, la ciudad también es la capital de Flandes, donde se habla neerlandés.
Una vez dejado el equipaje, el viajero se abre paso por las estrechas calles de adoquines hacia la bulliciosa “Grand Place”. Sería difícil encontrar una plaza más bella en Europa. Los bares, restaurantes y museos se apiñan en el compacto centro de la ciudad, rodeado por un “petit ring”, que sigue la ruta de las murallas que en el siglo XIV cercaron Bruselas.

Bruselas no es solo la capital de Bélgica. También es la capital de la región de Bruselas central, que está formada por 19 municipios, y también es la capital de la Unión Europea.

Desde la edad media, “Grand Place” es el corazón económico y social de la ciudad. La hilera de edificios góticos está dominada por el asimétrico Hôtel de Ville, que data del siglo XV. La aguja de 96 metros (315 pies) se encuentra coronada por una estatua de cobre de St. Michel. Enfrente se encuentra el consistorio, tan espléndido como la “Maison du Roi”, encargado en 1515 y reconstruido fielmente en la última década del siglo XIX. Antaño segunda residencia de la monarquía de los Habsburgo, el edificio alberga hoy en día el “Musée de la Ville de Bruxelles”. Una serie de espléndidas casas gremiales cierran el rectángulo de la plaza. La ciudad medieval se distingue claramente por sus estrechas y laberínticas calles, que contrastan con las construcciones posteriores, como los bulevares de estilo parisino de la época de Leopoldo II.
La “Rue de Etuve” lleva al viajero desde la “Grand-Place” hacia el “Manneken-Pis”, el irreverente ícono de la socarronería bruselense. Jérôme Duquesnoy proyectó la estatuilla de bronce de un niño orinando hacia el 1660, según se cree, en referencia a la leyenda de un joven campesino que apagó un incendio con sus orines.
Luego, el viajero se dirige a la “Place du Grand-Sablon”, dominada por la iglesia de “Notre-Dame du Sablon”. Aunque en sus comienzos fuera una humilde capilla del gremio de los arqueros, la llegada de la estatua de María desde Amberes en 1348 popularizó de forma espectacular la imagen, debido a su conocida capacidad mágica para curar. Con el paso del tiempo, el edificio se convirtió en una impresionante iglesia gótica.
Por la tarde, visita el Atomium, uno de los símbolos de Bruselas por excelencia. Esta impresionante estructura, que representa una molécula de oxígeno gigante, data de la Exposición Universal celebrada en Bruselas en 1958 y se sitúa al noroeste de la ciudad. Más allá de la imponente estructura, lo que cautiva al viajero son las vistas que le ofrece de Bruselas.

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Ya de vuelta al centro y una vez que recuperadas las fuerzas en el hotel, es el momento perfecto para disfrutar del ambiente nocturno de Bruselas. Después de una buena cena y de degustar algunas de las muchas cervezas tradicionales, es momento de ir a descansar y prepararse para el próximo día.
Durante la mañana, el viajero recorre la ruta del cómic. Su historia, incluyendo sus lazos con el cine mudo y la animación, se exhibe en el edificante Grand Magasin Waucquez, diseñado por Víctor Horta. Los dibujos originales de grandes ilustradores como André Franquin, creador del torpe Gaston Lagaffe, y Georges Remi , que dio vida a Tintín, se exponen junto a tiras cómicas actuales, exposiciones temporales, una exhaustiva biblioteca académica, una biblioteca infantil y un restaurante.

La cerveza belga está declarado como un bien inmaterial por la UNESCO.

Por la tarde, los opulentos edificios apiñados alrededor del céntrico “Parc de Bruxelles”, un antiguo parque creado en 1870 que consta de grandes avenidas y árboles alineados en torno a una fuente central, ofrecen grandes atractivos. En el extremo sureste se encuentra el “Palais des Académies”, antigua residencia del príncipe de Orange, y la “Place du Trône”, con una impresionante estatua de Leopoldo II montado a caballo. En las proximidades se congregan el Palacio Real y los museos.
Para despedirse de la ciudad, el viajero se dirige al Parque del Cincuentenario, uno de los bonitos espacios verdes de Bruselas, construido para festejar el 50° aniversario de la independencia de Bélgica. Allí se alojan también el Museo del Ejército, con numerosas referencias a la Primera y la Segunda Guerra Mundial, y el Museo del Automóvil.
Una vez dejado atrás el Parque, el viajero regresa hacia el centro a pie para hacer un alto a medio camino en la Plaza de Luxemburgo, el corazón de la zona de negocios, donde se ubica el Parlamento Europeo. Es momento de recoger el equipaje para partir hacia un nuevo destino. ©

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