El Edificio Roverano, también conocido como Pasaje Roverano, es una de las construcciones que vio crecer a Buenos Aires y que guarda entre sus paredes grandes historias y secretos de la ciudad.
El Pasaje Roverano, que debe su nombre a su primer propietario, es una joya arquitectónica de Buenos Aires con una historia fascinante. Su construcción original data de 1878, pero sufrió modificaciones cuando se abrió la Avenida de Mayo. La calidad de los materiales y la artesanía destacan en sus vitrales, vidrieras curvas y carpinterías de bronce que aún embellecen los locales comerciales. Este pasaje, que conecta la Avenida de Mayo con Hipólito Yrigoyen, tiene una característica singular: cuenta con un acceso directo a la estación Perú de la línea A del subte.
Entre sus espacios más emblemáticos se encuentra una histórica peluquería que solía visitar el Papa Francisco en su época de arzobispo de Buenos Aires. Testigo del crecimiento de la ciudad, el Roverano fue el único pasaje con acceso directo al subte y, en la actualidad, está experimentando un renacimiento gracias a nuevas propuestas gastronómicas, un rooftop con vistas panorámicas y una tradicional sombrerería.
Su historia comienza con los hermanos Ángel y Pascual Roverano, descendientes de una familia italiana adinerada, quienes decidieron edificar un inmueble de dos plantas junto al Cabildo. La planta baja albergaba oficinas de abogados y escribanías, mientras que los pisos superiores fueron destinados a departamentos de alquiler, donde incluso residieron los propios Roverano.
En 1888, con la apertura de la Avenida de Mayo impulsada por el intendente Torcuato de Alvear, el edificio tuvo que adaptarse a la transformación urbana. La obra requirió la expropiación y demolición de una parte del terreno, reduciendo la superficie del Roverano en 135 metros cuadrados. Como compensación, se logró un acuerdo para indemnizar a los inquilinos afectados. Tras la reforma, el edificio adquirió un estilo francés y, en 1912, el arquitecto francés Eugenio Gantner lideró una nueva reconstrucción que culminó seis años después, dándole la fisonomía actual de pasaje.
Esta nueva versión del edificio incluyó una estructura metálica con un subsuelo de locales comerciales, una galería en la planta baja con doce negocios y pequeños puestos anexos, además de ocho pisos destinados a oficinas de profesionales y compañías. Gantner fusionó el academicismo con influencias de la Secesión vienesa y utilizó materiales europeos de gran calidad, muchos de los cuales aún se conservan: vitrales con motivos florales, columnas y escaleras de ónix, carpinterías de bronce y maderas nobles en los espacios privados.
A pesar del impacto negativo de la pandemia y el cierre de varias oficinas, el Pasaje Roverano está en proceso de revitalización. Se han llevado a cabo trabajos de restauración respetando su identidad arquitectónica y se han sumado nuevos proyectos que buscan devolverle su esplendor.
Uno de los espacios más destacados es el Rooftop Plaza de Mayo, una terraza que ofrece vistas únicas de la ciudad, con más de 20 cúpulas y siete relojes visibles desde su mirador. También abrió sus puertas el Roverano Restó, una propuesta gastronómica que recuperó mobiliario original, la barra de mármol y las puertas de bronce del antiguo bar del pasaje. Además, la histórica sombrerería Lagomarsino inaugurará próximamente un espacio con tienda, museo y un salón que evoca la tradición de las sombrererías porteñas, donde los clientes podrán compartir un café mientras restauran sus sombreros.
Como testimonio de su historia, el antiguo buzón rojo en la entrada se mantiene intacto, convirtiéndose en un símbolo de este sitio que encapsula el pasado de Buenos Aires y lo proyecta hacia el futuro. ©
TXT I Fotos: GEM