La escultura fue creada por Rodin en 1880 como parte de la obra “Puertas del Infierno”. El artista decía que ese hombre pensaba “no sólo con el cerebro, sino con todo el cuerpo”. En el año 1906 el entonces Director del Museo Nacional de Bellas Artes, Eduardo Schiaffino, encargó un ejemplar que desde 1907 se expone en Plaza del Congreso.
Auguste Francois Rodin nació el 12 de noviembre de 1840 en un barrio del distrito XII, uno de los más pobres de París. A los 14 años logró convencer a su padre – que pretendía que comenzara a trabajar- de que le permitiera ingresar en la Escuela Imperial Especial de Dibujo y Matemáticas, conocida como la “Pequeña Escuela”. Allí asistió a las clases del pintor Horace Lecoq de Boisbaudran. Durante los cuatro años de formación asimiló las técnicas tradicionales, profundizó sus capacidades de observación y practicó el dibujo de memoria.
Luego de obtener un galardón en dibujo, Rodin ingresó en la clase de escultura. En 1857 dejó la “Pequeña Escuela” e intentó ingresar en la escuela de Bellas Artes de París en la especialidad escultura. Pero fracasó tres veces en el concurso. Durante aquellos años, las necesidades de su familia lo obligaron a ganarse la vida como ayudante de decoración, compaginando el trabajo profesional con su dedicación a la escultura.
No obstante, su perseverancia le permitió acceder a las clases de Jean-Baptiste Carpeaux en la Escuela de Artes Decorativas y de Antoine-Louis Barye en el Museo de Historia Natural, dos escultores a los que admiró y en quienes se inspiró en cierta medida.
El triunfo y el reconocimiento como escultor le fueron esquivos durante muchos años a Rodin. Pero finalmente, en 1881, cuando presentó su “San Juan Bautista predicando”, recogió los elogios de la crítica especializada.
El artista había recibido un año antes, en 1880, el gran encargo de su vida: las puertas monumentales del futuro Museo de Artes Decorativas de París.
El portal estaba inspirado en la obra de Dante Alighieri a quien el escultor admiraba, de ahí que el propio Rodin le diera el nombre de Puertas del Infierno.
Una de sus esculturas más famosas, “El Pensador”, fue creada como parte de esa gran obra que finalmente nunca se construyó. Rodin decía que ese hombre pensaba “no sólo con el cerebro, sino con todo el cuerpo”. Se trata del reflejo de una lucha interna por la meditación y el poder abstraerse del mundo exterior para lograr el equilibrio espiritual.
En el año 1906 el entonces Director del Museo Nacional de Bellas Artes, Eduardo Schiaffino, fue comisionado por el Honorable Concejo Municipal para adquirir obras de arte público para la ciudad. Al viajar a París vio “El Pensador” en el Panteón y quedó impresionado por la obra y su ubicación, en un edificio de gran significado para el pueblo francés.
Schiaffino solicitó un nuevo ejemplar para traerlo a la Ciudad y junto con Rodin decidió que debía ser emplazado en lo alto de las escalinatas del Congreso de la Nación, situación similar a la que presenta en el Panteón y que da un marco inmejorable a la obra.
Cuando la escultura, el tercer ejemplar fundido, llegó finalmente a Buenos Aires, en 1907, el Congreso no estaba terminado y por eso fue emplazada en la Plaza del Congreso, adonde permanece hasta ahora, perdido en la inmensidad del parque y muchas veces víctima del vandalismo. ©
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