El Malba acaba de cumplir 23 años y a sus festejos sumó el anuncio de la nueva sede que inaugurará en Escobar.
Malba Puertos abrirá sus espacios al público el próximo domingo a 45 kilómetros de su sede central, con un nuevo estilo, semejante al del arte al aire libre del Instituto Inhotim, en Brasil. Pero, más que nada, con un espacio ilimitado.
Si se considera que en el arte del siglo XXI abundan los grandes formatos, Malba Puertos brinda una solución a la imprescindible ampliación de un museo cuya colección aumenta. Así se eluden de algún modo las dificultades que implica la construcción de 3.000 metros con una obra que debe ser subterránea. En la Legislatura porteña se aprobaron hace años los planos para extender el Malba y el costo se acercaba a los 10 millones de dólares.
Esta cifra exacta se gastó en la construcción de los 5.500 metros de salas y espacios públicos entre los jardines y bosques de Puertos. Lo cierto es que nadie en el Malba se decidía a cavar más de siete metros bajo tierra donde hay agua muy cerca, porque el museo está próximo al río. El mismo problema afrontan el Museo Nacional de Bellas Artes, la Colección Fortabat y la Fundación Proa, con las bombas de extracción de agua instaladas, por las dudas.
El Malba ha quedado chico para exhibir su propia colección y las obras contemporáneas. Algunas, como las figuras modeladas en barro de la familia del tucumano Gabriel Chaile, poseen dimensiones grandiosas. El presidente del Malba, Eduardo Costantini, compró en 2022 las cinco obras de Chaile que se exhibían en la 59 Bienal de Venecia. No obstante, el público del Malba se quedó entonces con las ganas de conocer y entender, el estupendo mestizaje de Chaile con el arte precolombino. En el museo no había espacio para albergarlo. Pero hoy, Chaile tiene un pabellón de cristal que lleva su nombre.
Puertos está pensada como una flamante ciudad -la especialidad de Costantini– alrededor de un lago de doscientas hectáreas y junto a la Reserva Natural del Río Luján. Pero sobre un territorio firme y sin fronteras, con amplias posibilidades de extenderse.
El proyecto de urbanización planea estar en contacto directo con un museo sin paredes y con techos traslúcidos, ocupado por obras que demandan grandes espacios. Desde el ingreso, el artista Fabián Burgos domina con su producción los caminos de acceso y el estacionamiento. Realizada a partir de una pintura conceptual del año 2000, “Privación del sueño”, la obra original ostenta series agrupadas de puntos de diferentes colores que nunca se repiten.
El paso de la pintura a los solados contó con las soluciones y la tecnología que aportó el arquitecto Mariano Clusellas, quien ayudó a Burgos a la hora de resolver con adoquines especiales la presentación de los puntos de colores. “Me gusta la idea de que la obra no esté tan sólo para ser contemplada, sino también para ser usada”, señala el artista. Y en este sentido, las curadoras de “Mueble escultura” en las Salas del Bosque, no hacen otra cosa que reiterar los mismos cuestionamientos que plantearon los artistas Jorge Michel o Pablo Reinoso, ambos presentes con sus bancos en la colección del Malba porteño.
En el recorrido para acceder al museo, además de la obra de Fabián Burgos, en el Circuito de Arte Público se emplazaron 23 obras site-specific de los artistas argentinos Mimi Laquidara, Marcela Sinclair, Matías Duville, Jorge Macchi, Carolina Fusilier, Daniel Basso, Sol Pipkin, Irene Kopelman, Florencia Almirón, Irina Kirchuk, Sebastián Mercado, Hernán Marina, Eugenia Calvo, Paula Castro, Diego Bianchi, Martin Blaszko, Ramiro Oller, Pablo Accinelli, Nicolás Robbio, Daniel Joglar y el brasileño Artur Lescher. Nadie sabe si Malba Puertos conquistará el público del lugar, pero sin dudas, los porteños van a llegar primero. ©
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