Con la pandemia el sueño de la gran ciudad se desvaneció y sus orígenes se hicieron carne con la idea del “gallinero móvil”.
Macarena Etcheberry vivió toda su vida en el campo pero nunca se sintió tan “conectada” al lugar que la vio nacer a ella y a toda su familia. La pandemia la llevó a cerrar su escuela de arte para niños y ese fue el empujón para idear, junto a su hermano Pablo, el “gallinero móvil”.
Su historia con lo rural viene desde sus bisabuelos y ellos ya son la cuarta generación en este ámbito. El campo de Santa Marta, cerca de Carlos Pellegrini en el oeste de Buenos Aires, fue heredado por su abuelo Juan Carlos Melón Gil, que luego paso a manos de la mamá de Macarena, Felicitas Melón Gil.
Maca tiene 27 años y es la más chica de seis hermanos, su vida estaba destinada a volver a los orígenes y por eso nos cuenta su historia en una charla con Revista Metro.
– ¿Cómo surgió la idea del gallinero móvil?
– Yo tuve que cerrar mi taller de arte en pandemia y mi hermano Pablo ya tenía esta idea que la venía viendo desde antes. Pero la verdad es que yo no tenía ni idea de qué se trataba en sí. Cuando tengo que cerrar el taller me quedó sin trabajo y no solo por la falta de la cuestión económica, sino también por el encierro, yo soy una persona que no puedo estar en casa, a mí el encierro me afecto muchísimo. En ese momento, le digo a mi hermano de hacer el gallinero y él me dijo un “no” rotundo porque yo nunca en mi vida me había vinculado así con el campo, más allá de haber vivido 17 años de mi vida acá.
Entonces lo que le ofrecí fue hacer una sociedad 50 y 50 donde si ganábamos, ganábamos los dos y si perdíamos, perdíamos los dos también. Entonces, ahí arrancamos con la construcción del gallinero, me puse a estudiar y leer mucho sobre el tema porque no tenía idea de nada. Ya en el aprendizaje me empezó a gustar mucho lo que estaba haciendo, pero al llegar las gallinas me volví loca, descubrí una pasión.
– ¿Tenías otro trabajo antes? ¿Cómo fue el cambio de una cosa a otra?
– Sí, yo estudie en Buenos Aires artes dramáticas, no me recibí. Cuando volví a Pellegrini, hace más o menos 3 años, puse un taller de arte para chicos. La verdad que el cambio para mí fue re positivo.
Lo que me paso fue que durante la cuarentena cuando no dejaban salir a nadie, yo me escapaba con mi auto y mis dos perras. Estacionaba el auto en el guardaganado y salía a caminar, eso era mi cable a tierra.
Ahí yo empecé a ver que el mundo estaba parado y el campo seguía en total funcionamiento, me di cuenta que era lo que quería. Por eso cuando arrancamos con esto el cambio para mí fue recontra positivo, estaba descubriendo algo que me encanta y la vida al aire libre, eso me fascino, el combo.
– ¿Te imaginaste en algún momento de tu vida dedicándote a algo como lo que haces actualmente?
– No, jamás me imagine esto. Es más yo desde chica siempre decía que iba a vivir en la ciudad. Primero cuando tenía 17 años me fui a vivir a California, también viví en Miami un tiempo y después volví y me fui a estudiar a Buenos Aires. Nunca pensé en tener una vida de pueblo realmente.
En un momento volví a Pellegrini pero siempre con la idea de irme a una gran ciudad y después apareció esto que todos los días me sorprende.
– ¿Tu familia se encuentra vinculada al campo también?
– Mi familia está relacionada al campo desde siempre, tanto por el lado materno como por el paterno. Mis bisabuelos fueron quienes arrancaron la historia, por ejemplo el campo en Santa Marta era de mi bisabuelo Isac, después fue de mi abuelo y después paso a mi mamá. Por el lado de mi papá también, él tiene otro campo que también viene de generación en generación.
Nosotros somos seis hermanos y todos estamos vinculados al campo. Vivimos toda la vida en Santa Marta, es así desde que mis papás se casaron, incluso mis tíos también siguen vinculados a este lugar.
– ¿Cómo es el sistema del gallinero móvil?
– Es un gallinero de parcelas con redes eléctricas de 50×50, nosotros ahora lo tenemos en alfalfa. Es móvil porque cada 5 o 7 días enganchamos el gallinero al tractor y lo vamos corriendo junto a las redes para que así la gallina tenga más pasto y a su vez en ese tiempo gracias al guano de la gallina se regenera el suelo.
La gallina está libre de jaula, el gallinero esta 24 horas abierto, cuando cae el sol la gallina se guarda pero puede entrar y salir cuando ella quiera. Nosotros tuvimos problemas una solo vez con un gato pantera que nos mató 50 gallinas y por suerte nunca se nos metió otro bicho.
Me fascina que acá no haya rutina. por suerte viajo mucho y conozco mucha gente. Siempre digo que este es un trabajo que no es trabajo y una rutina que no es rutina.
Lo que tiene este sistema es que respeta el comportamiento y el ciclo natural de la gallina, no se fuerza el replume, no se utiliza luz artificial, la gallina se encuentra libre. La verdad es que es muy gratificante ver a la gallina siendo gallinezca, cumpliendo con su ciclo natural.
Tuvimos un año malísimo, creo que el primer año fue todo de aprendizaje porque yo era totalmente inexperta en cuestiones que se podían prevenir y que fueron en sí errores humanos. Por eso tomamos este principio como aprendizaje. Este primer año no fue rentable para nada, recién ahora estamos levantando un poco.
– ¿Ves el resto de tu vida en un hábitat como el del campo o crees que en algún momento te vas a cansar de esa rutina?
– Sí, me veo toda la vida en un hábitat así porque me parece que lo que no tiene esto es rutina. Lo que tiene el campo es que yo capaz estoy yendo al gallinero y veo que están trabajando en la manga con veterinarios y me puedo tomar unos mates con los que están ahí, o vuelvo a mi casa y justo llegó un tío o algún familiar y lo veo un rato.
Me fascina que no haya rutina acá y por suerte viajo mucho y conozco mucha gente por esto del gallinero. Siempre digo que este es un trabajo que no es trabajo y una rutina que no es rutina.
Yo lo que pensé el año pasado es que no me estaba yendo del todo bien en la parte económica e igual me encantaba hacerlo, entonces imagínate si me fuera rentable. Ahí me instalaba en el gallinero. Siento que es un combo el que me gusta a mí, obviamente que hay semanas donde es un embole porque quizás estoy trabajando más sola, pero después hay semanas que te re olvidas de todo eso.
– ¿Tenés proyectos a futuro tanto en el campo como en otras áreas?
– Ahora en marzo reabro mi taller que hace dos años lo tenía cerrado entre la pandemia y la falta de tiempo. Con respecto al campo tengo ganas de estudiar producción agropecuaria y ya estoy anotada para arrancar ahora.
Siempre tengo la idea de irme un tiempo afuera para conocer nuevas tecnologías, nuevas formas de producir, siempre pensando en buscar nuevas ideas para traer e implementar acá junto a mi hermano.
– Desde el ámbito de la avicultura, ¿crees que tener un trato más ameno y natural con los animales hace que los productos derivados de ellos, en este caso los huevos, sean de mayor calidad?
– Sí, yo creo que sí. Gracias al respeto del comportamiento libre de la gallina, está se encuentra libre de estrés. Lógicamente siguen sufriendo por otro tipo de cosas, como animales y demás. Por ejemplo, cuando entro el gato pantera sufrieron un súper estrés las gallinas.
No tiene punto de comparación con otros sistemas porque este es libre de jaula, donde se respeta al 100%.
– ¿Cómo es la competencia en este rubro? ¿Hay momentos donde se siente la presión de las grandes empresas sobre emprendimientos como el de ustedes?
– En este sistema en lo que tratamos de competir es en el precio del producto más que nada. Nuestros huevos no llegan a ser orgánicos por que el balanceado no es del todo orgánico en sí, más allá de eso es un producto que es mucho más artesanal, tiene otro tipo de alimentación, se trata de que la gallina no tenga estrés, es un huevo que contiene otras vitaminas, la yema es mucho más naranja y espesa. La verdad es que es un sistema difícil para poder competir con el huevo tradicional, por ejemplo en postura nosotros nunca vamos a igualar porque al no poner luz artificial en invierno se trabaja prácticamente para salvar el alimento.
– Ya hablando más en lo personal… vos que cambiaste tu vida rotundamente. ¿Qué les dirías a las personas que están tambaleando y no se animan a dejarlo todo para emprender algo que realmente les apasiona?
– Yo tengo una personalidad que no le tengo miedo a los cambios para nada. Yo creo que cualquier cambio es bueno, más allá de que a veces parezca un torbellino.
Hoy me doy cuenta que estuvo bueno tomar la decisión que tome porque me hubiese perdido de todo esto, especialmente el tema de hacer algo que me guste tanto.
Creo que después de ese saltito que cuesta tanto dar siempre algo bueno viene y si algo bueno no viene siempre se puede volver para atrás.©
TXT: Grupo Editorial Metro I FOTOS: Prensa.