Casi a diario, recibo pacientes que acuden al espacio de psicoterapia con un alto nivel de padecimiento, por sentirse frustrados, atrapados y cansados de la vida que llevan. ¿Qué es lo que genera estas situaciones?
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El común denominador al que me voy a referir hoy es la familia. ¿Por qué? Porque todos estos y estas pacientes, una vez comenzado el análisis de sus situaciones, lo que tienen en común es un vínculo complejo y dañino con sus familias, ya sea real o repetido de manera inconsciente en los vínculos que han armado más recientemente.
Cuando el vínculo es real y el conflicto es directamente con un familiar, como podría ser el padre o la madre, muchas veces cuesta reconocer que siendo ya adultos, deberíamos pensar en fortalecer nuestra independencia y ya no insistir en una relación que necesita distancia y que cada uno crezca de manera autónoma.
Hay que pensar que tratándose de dos personas ya adultas, como por ejemplo hija y madre, ambas mayores de edad, una alternativa para generar un cambio es ya no convivir, trabajar o compartir situaciones juntas.
A partir de una edad , lograr la emancipación es una muy buena alternativa para mejorar vínculos. ¿Y por qué entonces no se lleva adelante? Porque muchas veces los más jóvenes tienen miedo a poder valerse solos, por comodidad o por culpa de abandonar a sus padres después de todo lo que recibieron de ellos.
La verdad es que cada persona debe trabajar de manera independiente para construir su destino, y alejarse de sus padres en el sentido de la dependencia es un camino de autoconocimiento y de despliegue de capacidades necesario. No tenemos que olvidar que entre adultos autoválidos la convivencia es recomendable siempre que exista respeto y cariño mutuo. Si no es así, lo mejor es darse espacio para buscar otras alternativas de crecimiento.
¿Qué pasa cuando con las elecciones de vínculos actuales se reeditan conflictos del pasado? Un ejemplo puede ser el caso de Ana, que pide orientación psicológica porque con frecuencia se siente frustrada por su novio, con el que convive y reconoce que se enoja terriblemente, pero que luego se arrepiente. Cuando se serena, reconoce que su furia fue desmedida. Después de un tiempo de trabajo analítico, vamos descubriendo que el enojo contra su pareja, supone conectarlo con los sentimientos hacia su padre, que creía en el pasado. El padre abandonó a Ana y a sus hermanos de manera afectiva y económica, y siempre fue indiferente al sufrimiento y desamparo de ellos cuando eran niños. En este caso, sin darse cuenta y de manera automática, Ana conectó todo su dolor no elaborado en relación a su padre, con la figura de su pareja, que en la actualidad le generaba algunas pequeñas frustraciones, pero insignificantes si se comparan con el sentimiento de abandono real que experimentó en el vínculo con su padre. Una vez que esta asociación se logra en el espacio de psicoterapia, Ana profundiza en sus recuerdos infantiles, y logra rescatar de los efectos de su ira a su pareja, que en el plano real resulta un vínculo saludable y confiable.
Estar mejor es posible y el espacio de psicoterapia permite ese cambio. ©
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