Afecciones Psicosomáticas, Una forma de sufrir, para no sufrir.
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Comúnmente oímos hablar de personas que presentan síntomas psicosomáticos, debido a malestares que no tienen una solución médica contundente o un origen conocido. Algunos de los síntomas más frecuentes son: expresiones en la piel como ronchas, sarpullido, manchas o picazón; malestar digestivo como acidez, gastritis o colon irritable; tensión muscular en diferente intensidad que genera contracturas y variados trastornos como consecuencia de la rigidez muscular; alteraciones metabólicas, desequilibrio hormonal o detención del crecimiento; y dolores corporales, cansancio y desánimo.
Las dificultades sexuales también tienen su explicación en la somatización de conflictos emocionales que afectan las funciones naturales, como la lubricación y relajación en el caso de las mujeres (vaginismo) y de eyaculación precoz en el hombre.
¿A qué se deben estos padecimientos? ¿Cuál es su verdadero origen? ¿Por qué no ceden a pesar de realizarse tratamientos médicos que intentan solucionarlos? ¿Por qué insisten?
Esta serie de afecciones, llamadas psicosomáticas, tienen su origen en el padecimiento psíquico, que se origina principalmente por pérdida de objeto -temor imaginario o la situación real de perder un ser querido importante y de gran apego- o herida narcisista -no sentirnos a la altura de nuestras expectativas o de las expectativas familiares sobre nosotros, en lo académico, deportivo, laboral o sexual-, considerados de alto impacto emocional para cualquier persona.
Ante todo, los humanos necesitamos ser queridos para querernos, pero si algo amenaza el vínculo proveedor, se genera una tensión displacentera, que se registra como adversa y se vuelve imposible de soportar.
Usualmente, nuestro aparato psíquico tiende a generar ideas y conclusiones para entender sucesos y circunstancias. Pero cuando hay una situación muy dolorosa, queda cancelada la elaboración mental y la reacción puede resultar una descarga de tensión sobre un órgano del cuerpo. Cuando la realidad nos resulta muy movilizante y dolorosa, nuestro aparato psíquico puede transformar ese dolor en una descarga somática que termina afectando la funcionalidad de algún órgano. Es un recurso de escape ante el dolor y la adversidad, con un alto costo somático. Además, al no ser consciente, nos es ajeno, por lo que no puede resolverse a simple vista y, al ser psíquico su origen, el problema insiste.
Las personas que funcionan con estos recursos de escape, tienden a dar una apariencia de normalidad en la medida que parecen libres de conflictos psíquicos y con frecuencia, como ahogan sus afectos, parecen ser capaces de enfrentarse con la adversidad en cualquier circunstancia. En este caso, además del problema del padecimiento físico, tenemos a una persona que no se conoce a sí misma y que le resulta difícil asociar su padecimiento físico a un malestar afectivo y al estrés psíquico que da origen al mal fisiológico.
La personalidad psicosomática que funciona para evitar el impacto de afectos muy dolorosos o excitantes, presenta en muchos casos una respuesta indiferente y falta de afecto ante situaciones de conflicto que a cualquiera alterarían. Queda entonces “desconectado” del registro traumático y también lo aleja de la realidad emocional de otros afectos que pueden resultar placenteros. Estas personas suelen manifestar su dificultad de sentir amor o alegría, su imposibilidad de disfrutar o de “conectarse” con seres queridos o situaciones anheladas.
Recursos tan importantes y enriquecedores como la empatía, la intuición, la creatividad y la espiritualidad quedan desactivados cuando la personalidad se torna psicosomática, empobrecida y aislada.
A su vez, la desconexión corporal, la “armadura psíquica”, aleja a la persona de poder percibir las expresiones y señales de su propio cuerpo, que anuncian la necesidad imperativa de un cambio.
El trabajo en psicoterapia es fundamental para, paulatinamente, ir ampliando el campo psíquico y contener en él aquello que es necesario pensar y sentir para así accionar acorde a la necesidad de cada persona.
La contención y la paciencia son fundamentales para lograr cambios que mejoran notablemente la calidad de vida y la autocomprensión de aquel que vive estos padecimientos.
Animarnos a ampliar nuestro campo de comprensión, es un paso fundamental para una vida creativa y feliz. ©
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