¿Qué pasa cuando los estándares de belleza que impone la sociedad solo representan a unos pocos grupos, y ponen en riesgo la salud de aquellos que no se sienten representantes y luchan por alcanzarlos?
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Leí hace poco una frase que me parece una buena manera de comenzar una reflexión sobre algunas situaciones que se expresan en el espacio terapéutico y que son fuente de malestar y de inhibiciones sobre las que se debe trabajar: “El ideal de belleza que provoca sufrimiento corresponde a una sociedad desequilibrada”.
Los ideales son el conjunto de características sobre diferentes temas (el ideal de padre, madre, el ideal de amigo, amiga, etc) que orientan y guían hacia lo que se anhela ser. Se van formando con imágenes y conceptos que la familia primero y el entorno, ofrecen como valiosos. Existen diferentes ideales para diferentes grupos sociales. También existe una tendencia globalizadora, que intenta homogeneizar los ideales subjetivos. Lo peligroso de esto es que se van imponiendo modelos de belleza y demás aspectos valiosos, que representan a algunos grupos, no a todos. Por ejemplo: si el ideal de belleza para un grupo social como el nuestro (donde se integraron latinos y nativos) es una joven de 1,80 mts de altura, longilínea y muy estilizada, blanca y rubia, evidentemente se imponen, ya desde la imagen, ideales inalcanzables. Es por esto que se deben revisar, deconstruir y volver a construir representativamente los ideales positivos del grupo.
Los medios de comunicación aportan modelos y ofrecen ejemplos para formar ideales, muchas veces estos elementos resaltados son funcionales a mercancías que se quieren vender, cumpliendo con intensiones de consumo de ciertos productos. Es aquí donde se debe trabajar en grupo: el grupo familia, el escolar, el de pares, para revisar la coherencia de los ideales transmitidos, para esclarecer la conveniencia y el valor subjetivo de aquellos elementos que se repiten como valiosos y que son impulsados por intereses que no tienen que ver con cuestiones que representen la salud, el bienestar, la integración, la inclusión subjetiva.
Si el ideal de belleza implica sacrificio de la salud, si pone en juego o en riesgo la vitalidad, evidentemente se trata de un elemento que degrada en términos globales al sujeto. Por alguna razón, que habría que indagar en cada caso, la belleza se impone sobre otros elementos más importantes, como la salud y el bienestar. Es en estos casos donde es necesaria la consulta con un terapeuta, para revisar y replantear la distribución de energía psíquica, que se encuentra amarrada a intereses estéticos que debilitan al sujeto, lo ponen en peligro y no le aportan bienestar.
Crecer a nivel personal, implica esfuerzo, pero no sacrificio ni degradación. Largas horas de ayuno, control excesivo sobre lo que se puede comer o no, intervenciones quirúrgicas riesgosas y dolorosas sobre un cuerpo joven y sano, agotadoras jornadas de ejercitación física monótona y aburrida, son algunas de las condenas mortificadoras que deberíamos revisar para vivir más satisfactoria y equilibradamente. ©