Hoy analizaremos algunas consecuencias que nos dejó (y aún nos deja) la pandemia.
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Hace un tiempo que me llama la atención los discursos de algunas personas sobre el porvenir. Escucho estas ideas en distintos ámbitos: algunos son pacientes míos que retoman psicoterapia, y otros son amigos o compañeros. Son distintas expresiones, representaciones sobre el futuro que tienen de llamativo y alarmante el tono pesimista y amenazante de lo que está por venir. El ánimo que acompaña a estos comentarios es de ansiedad, temor y angustia. Expresan deseos de irse, de escapar, irse del país, de la provincia, del trabajo o de la casa.
Hay una idea subyacente, que asemeja a estas ideas y a estas personas. El común denominador es la representación apocalíptica del futuro y hasta diría del presente. Se evidencia una profunda desilusión y un gran miedo. Desde lo político, lo económico, la confianza en las personas que nos rodean, todo está desvalorizado y todos en peligro.
Posiblemente, este malestar que se expresa como miedo, temor, pánico, depresión o ansiedad, tenga relación directa con los años de vivir en pandemia. El esfuerzo de adaptación que nos demandó y nos demanda la pandemia, tantos cambios, preocupaciones, privaciones y temores, se expresa en la actualidad como enojo, odio, rechazo y miedo.
Ese miedo toma cuerpo proyectado en el afuera: por eso hay un aumento de casos de fobias y ataques de pánico. Nuestras frustraciones nos generan enojo, bronca y ese afecto se expresa muchas veces como miedo, y empezamos a temer. Entonces la bronca, muchas veces reprimida, se vuelve temor. Queda en nosotros y carga nuestras ideas sobre el afuera.
Es verdad que existen peligros, no hay que negarlo, pero no es solo eso lo que sucede o puede suceder. También pasan cosas buenas, también puede haber lugar para las satisfacciones positivas. Pero gana la escena el miedo, los malos pensamientos, que anticipan una realidad que todavía no sucedió y que quizás ni suceda.
Es probable que el gran efecto de la pandemia haya consistido en exponer nuestra vulnerabilidad. Todo el proceso vivido en relación a las limitantes generadas por el Covid nos arrastró a un sitio indeseado de debilidad y descontrol. Este sufrimiento (sumado al estrés de las muertes y las complicaciones físicas) nos ha herido la confianza: en nosotros mismos y también en las instituciones, como la familia, las instituciones de salud y demás.
Tenemos por delante un camino de renovación y crecimiento. De mucho esfuerzo, pero en donde también se pueden reconocer y valorar las múltiples forma de solidaridad que subsisten. La psicoterapia es un buen camino para aliviar la carga de estos tiempos. ©
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