Resurgir del abandono

La quiebra del que fuera el mejor frigorífico del país, dejó sus instalaciones libradas por años al saqueo y la desidia. Años más tarde fueron demolidas y hoy se está construyendo allí un hospital Modelo.

Corría 1908, y estas tierras eran puro campo, apenas algunas viviendas, propias de las estancias y las chacras, matizaban la desolación del paisaje.
A seis cuadras de la estación del ferrocarril, había una extensión de tierra destinada al barrio La Paz, que nunca se construyó. Allí, en la esquina de las actuales calles San Martín y Esteban Echeverría, un alemán llamado Augusto Höerth levantó un modesto galpón para una actividad que daría origen al Frigorífico Monte Grande.
Este pequeño frigorífico fue la primera industria del pueblo de Monte Grande, ya que las anteriores actividades ganaderas que dieron origen al pueblo, terminaban su faena en los mataderos de Avellaneda.
El establecimiento, al que muchos llamaban “la chanchería” por el faenamiento de cerdos que lo caracterizó en sus primeras etapas, prosperó con el tiempo por la variedad y calidad de los fiambres que producía, a base de recetas alemanas, polacas y de los países de Europa central (de donde provenían la mayoría de los operarios de aquella primera etapa).
Hoërth siempre trató que las mezclas de carnes e ingredientes fueran de primera calidad, al igual que las especias finas, que en aquel entonces se importaban, aunque la empresa mantenía un perfil artesanal.
La industrialización llegó unos años después, cuando el hijo de Höerth, se hace cargo del frigorífico. En 1915, Gustavo Höert se asoció con los alemanes Fernando Vater y Ricardo Banus, este último, dueño de las cervecerías Munich que fueron furor en su época.

Los productos de corte alemán, elaborados en Monte Grande (salchichas de Viena, leberwurst, salchichón, embutidos de Cracovia, jamón, etc.), alcanzaron el mejor nivel de excelencia e impactaron primero al público de las cervecerías y luego a todo el mercado.
Al poco tiempo, la sociedad se disolvió, y Gustavo Höerth continuó con el camino hacia la industrialziación: siguió modernizando el establecimiento, instalando equipos de envasado que permitieron la exportación. Con el nombre de Conservas Höerth se exportaban a europa salchichas de Viena y el famosísimo “Salmón Pink” que era importado congelado desde Canada y elaborado aquí.
En 1931, Höerth fue elegido intendente y decidió convertir su empresa en una sociedad anónima, de la cual él sería el Director General.

En la esquina de las actuales calles San Martín y Esteban Echeverría, un alemán llamado Augusto Höerth levantó un modesto galpón para una actividad que daría origen al Frigorífico Monte Grande.

Por este tiempo el frigorífico comenzó la fabricación de hielo, y habilitó cámaras para el mantenimiento de la producción diaria de barras, que en principio fue del orden de las 200 unidades. Aparentemente fue la primera empresa que explotó este rubro de gran requerimiento por ese entonces en nuestro distrito, y por años entregó de manera gratuita el hielo que consumía la Casa de Primeros Auxilios “San José”, el primer hospital de la zona.

El Frigorífico Monte Grande continúa siendo una de las empresas más pujantes del conurbano, hasta que Gustavo Höerth falleció el 31 de agosto de 1964. En 1968, el establecimiento pasó a manos de una nueva firma cuyo presidente fue Naum Kacowicz.
Kacowicz, referente de la comunidad judía, se convirtió en el nuevo alma máter de la empresa y se lo reconoció por su sentido humanitario y solidario.
Llevaba a cabo una gran obra social en el Hospital Israelita de la ciudad de Buenos Aires, como presidente de la Comisión Directiva, y apoyaba al Hogar Escuela Pereyra de Lomas de Zamora.
Kacowicz era un experto conocedor del rubro frigorífico, fue el conductor más experimentado y hábil que se conoció en el historial de esta empresa.
Para la década del 70, la empresa se posicionó como el frigorífico más importante del país, uno de los pocos que cumplía con las normas sanitarias mundiales.
En su apogeo, la planta de 59.100 metros cuadrados, contaba con un plantel de mil quinientas personas, técnicamente preparadas, y cincuenta cámaras frigoríficas para el congelamiento. Se podía faenar 1.400 vacunos y 1000 ovinos por día. Tenía plantas para la elaboración de conservas y extracto de carne, más las correspondientes para los subproductos de faena vacuna, fiambres y embutidos. La carne producida se destinaba al consumo interno y a la exportación. Toneladas de carne con el corte “cryovac” se remitían a Inglaterra y otros países de Europa. Para abastecer estos mercados y otros con la premura requerida, la empresa contaba con depósitos suficientes para un “stock” de 4.000 toneladas.
La planta de “corned beff” de este frigorífico modelo reunió en sus instalaciones las más avanzadas tecnologías y equipos para su elaboración. Tenía una capacidad instalada de 15 a 20 toneladas de producto terminado por cada turno de ocho horas de trabajo. Los distintos pasos del proceso: preparación de la carne, cocimiento, esterilizado e incubación eran monitoreados por el personal del propio laboratorio y del departamento a cargo del control de la calidad, tarea que se realizaba en forma permanente y bajo la supervisión del Servicio Nacional de Sanidad Animal (SENASA).
En las tareas de control se utilizaban modernos equipos de bromatología y finalmente, cuando los caldos resultantes de la cocción se concentraban, se obtenía el extracto de carne con gran nivel sanitario y alto índice de calidad.

En su apogeo, la planta contaba con un plantel de mil quinientas personas y cincuenta cámaras frigoríficas para el congelamiento. Se podía faenar 1.400 vacunos y 1000 ovinos por día.

¿Cómo fue que éste establecimiento modelo, que trabajó a pleno hasta 1987, pasó del apogeo a una quiebra estrepitosa?
Al fallecer el Director Gerente Naum Kacowicz, la declinación de la empresa se hizo de manera acelerada y muy marcada, incluso bajo la dirección de su hijo.
La gestión de un crédito ante el Banco de la Nación Argentina; la desorganización que se fue observando en el ambiente fabril; la improvisación por falta de una conducción férrea y precisa, más constantes presiones sindicales hicieron que el frigorífico se encaminara irremediablemente hacia la quiebra, con las sabidas consecuencias que esto generó para la importante fuente de trabajo que representaba al tener miles de empleados y obreros, generar empleo tercerizado, además de proveedores y expertos en servicios y mantenimiento.


Ante la imposibilidad de pagar el crédito, el banco se convirtió en acreedor principal y el fin del frigorífico se anunció con la fecha del remate: fue el 10 de junio de 1991, a las 13.30.
Cerradas para siempre las puertas de la S. A. Frigorífico Monte Grande Ltda., “un mundo de gente quedó en la calle”, y sus edificios centrales, sus dependencias contiguas e incluso varias casas habitación, adquiridas en las cercanías de la planta para diversos usos, quedaron abandonados y sin custodia alguna.
El estado de total abandono, permitió que se violentaran los accesos de la planta, cuyas instalaciones fueron lentamente saqueadas. Primero arrasaron con todo lo de valor (hierro, bronce, plomo, etc.) hasta llegar a robarse ladrillos, azulejos y vidrios.
En el año 2006, ya convertido en un lugar peligroso e inseguro en pleno centro de Monte Grande, los restos de sus instalaciones centrales -las más amplias e imponentes- fueron demolidas. El importante costo de la demolición fue solventado por el gobierno de la provincia de Buenos Aires y en parte menor, por la municipalidad local.
Durante los años siguientes, si bien desparecieron las torres del frigorífico, el abandono continuó en esas tierras, en las cuales llegaron a verse caballos pastando. Se anunciaron algunos proyectos para instalar una plaza pública, centros recreativos, y hasta circuló en algún momento un proyecto de universidad, pero en el 2010, la Municipalidad anunció que esas dos manzanas vacías en medio de la ciudad iban a ser destinadas a la construcción del Hospital del Bicentenario.
Las obras del hospital, empezaron en 2011, pese a que el proyecto estimaba que se termine en 24 meses como máximo, se tardaron más de 8 años.
Hoy en día el hospital del Bicentenario de Esteban Echeverría lleva el nombre de Luis Federico Leloir en homenaje al médico y bioquímico argentino ganador del Premio Nobel de Química en 1970. Posee 150 camas y se calcula que atiende a cerca de 15.000 pacientes por mes. Sus instalaciones principales cubren 17.600 m² o 20.000 si se suman los consultorios externos. Cuenta con tecnología de última generación y es considerado un hospital de Alta Complejidad, y es administrado por el PAMI. ©

TXT I Fotos: GEM


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