El desafío de envejecer con salud mental, aceptando nuestro pasado y en paz con lo que no podes modificar.
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Como parte de un proceso biológico inevitable, vivimos la vejez como un periodo de indiscutible declinación física. Es evidente que se van perdiendo las energías, la agilidad, la rapidez y la fuerza física. En algunos casos la vejez también puede afectar de alguna forma la memoria y la concentración. La vitalidad asociada a la potencia de la juventud, se va diluyendo con la madurez. También desde lo estético hay cambios evidentes y generalmente no deseados, que se tratan de disminuir y disimular con cremas, tinturas y hasta cirugías anti edad.
La actividad física, la buena alimentación y el buen descanso, mantenernos alejados de los excesos con alcohol y demás sustancias estimulantes, van a influir sin duda en las buenas condiciones de nuestra salud a la hora de ir envejeciendo.
El exceso de esfuerzo, el estrés, la tristeza profunda y los estados de ansiedad o angustia por tiempos prolongados repercuten desfavorablemente en la salud en general y también en las buenas condiciones para ir transitando la tercera edad.
Es de gran importancia para la salud mental en general, y en especial de la vejez, que las grandes amarguras de la vida, aquellos sucesos trágicos que nos golpean y nos quitan fuerza para seguir se vayan elaborando y aceptando con el paso del tiempo. El trabajo psíquico de los duelos es fundamental para que en la vejez no se sumen lastres muy pesados, deudas con la salud anímica que se cristalizan en cargas sumamente pesadas.
Como dice Joan Manuel Serrat, cantando la poesía de Antonio Machado: «…Y cuando llegue el día, del ultimo viaje, y esté al partir la nave, que nunca ha de tornar, me encontrarán a bordo, ligero de equipaje, casi desnudo, como los hijos de la mar…».
Perdonar, soltar lo perjudicial, dejar ir, accionar con justicia, aceptar resignadamente lo inevitable, son palabras que se refieren a conceptos muy saludables para aplicar. Llegar a la edad madura libre de grandes lastres emocionales es muy valioso para que la vida siga siendo vital y productiva, renovada en experiencias y afectos.
La salud del alma se manifiesta en el cuerpo, la alegría, la tranquilidad, el pensamiento optimista suelen ir de la mano de sensaciones físicas de bienestar. El resentimiento que envenena suele ser el producto de frustraciones. Cuando por miedo o cobardía no realizamos nuestros deseos, no nos comprometemos con las acciones necesarias para andar por ahí donde queremos, sumamos rencor, impotencia, tristeza y frustración.
Construir con paciencia y experiencia un proyecto vital personal para la ancianidad es un ejercicio excelente. Se trata de pensar y hacer, elegir siempre que se pueda, un camino de acciones concretas que tengan como norte valorar con alegría el tesoro de la vejez.
¡Manos a la obra para crecer! ©