El Museo Nacional “Casa del Virrey Liniers” funciona donde antiguamente existía la residencia de la Estancia Jesuítica de Alta Gracia, construida en el siglo XVII, la cual desde el año 2000 forma parte del Patrimonio Histórico Cultural de la Humanidad, por disposición de la UNESCO.
E l El Museo Nacional Estancia Jesuítica de Alta Gracia y Casa del Virrey Liniers se encuentra en la ciudad de Altagracia a 36 kilómetros de Córdoba Capital. Tiene su sede en la antigua residencia jesuítica del siglo XVII, que integraba el casco de la Estancia de Alta Gracia. En 1810 fue propiedad de Don Santiago de Liniers, héroe de la Reconquista y Virrey del Río de la Plata.
La importancia del edificio radica fundamentalmente en su valor arquitectónico que se preserva fiel a la estructura original. En la actualidad, cuenta con diecisiete salas de exposición permanente, las que han sido ambientadas de acuerdo a los modos de vida de cordobeses y serranos durante los siglos XVII, XVIII Y XIX.
Estas salas se encuentran en la planta alta del museo, donde también está el Salón Auditorio y la Biblioteca. Mientras en la planta baja funcionan la dirección, el área de información y administración, una sala dedicada a la Estancia de Altagracia, el Almacén Jesuítico que alberga el Área de Servicios Educativos y la Tienda del Museo.
La residencia fue declarada Monumento Histórico Nacional en 1941 y, expropiada en 1968, se iniciaron los trabajos de restauración en 1971. Al año siguiente, se habilitaron algunas salas y en 1977 se inauguró oficialmente. En 1986, por su intensa labor cultural recibió el Primer Premio en el Concurso “El Museo Más Activo del País”.
Acontecimientos históricos
Los comechingones denominaban al valle como Paravachasca cuando se produjo el arribo del conquistador español. El 8 de abril de 1588, la región fue entregada a merced de Juan Nieto, quien había llegado con la expedición al mando de Jerónimo Luis de Cabrera que dio origen a Córdoba.
Por entonces, Nieto se desempeñaba como escribano público del Cabildo y se convirtió en el primer dueño de estas tierras con los debidos títulos, según el colonial ordenamiento jurídico español. Años más tarde, esas tierras pasaron a ser administradas por Alonso Nieto de Herrera, quien estableció una estancia, a la que bautizó con el nombre de Nuestra Señora de Alta Gracia.
Alonso Nieto de Herrera heredó plenamente los bienes y al enviudar en dos oportunidades, en soledad y sin descendencia, decidió ingresar a la orden de los jesuitas, a la que donó todo lo que tenía.
El museo actual es parte del casco de la Estancia Jesuítica Alta Gracia. En aquella época Córdoba era la sede religiosa-administrativa de la provincia jesuítica del Paraguay, la cual comprendía los actuales territorios de Paraguay, Uruguay, Argentina y parte de Brasil. De esta manera, se conformaba una red social, económica y cultural que la convirtió en uno de los centros de desarrollo más destacados de Sudamérica.
Además del período jesuítico, es este edificio sucedieron grandes acontecimientos. Uno de ellos fue la firma del Pacto de Alta Gracia, el 16 de abril de 1830, durante el gobierno del Gral. José María Paz, que ligaba política y económicamente a Córdoba y San Juan; este tratado de paz, amistad y comercio fue un antecedente de la formación de Argentina como país.
Período jesuita
Cuando los religiosos tomaron la dirección de la estancia, el establecimiento comenzó a experimentar un rápido crecimiento con nuevos edificios y ampliando su superficie y capacidad.
La construcción principal de la estancia ha perdurado casi inalterada hasta hoy, gracias al esfuerzo y cuidado de los diversos propietarios. Inclusive, cuando se introdujeron algunas modificaciones se tuvo la visión de guardar elemento originales, como ventanas, puertas, etcétera. La distribución de las habitaciones del bloque principal se dio alrededor del cuadrangular Patio de Honor, desde donde se accede a la planta superior por una imponente escalera.
La residencia fue declarada Monumento Histórico Nacional en 1941 y, expropiada en 1968, se iniciaron los trabajos de restauración en 1971. Al año siguiente, se habilitaron algunas salas y en 1977 se inauguró oficialmente.
Los muros de calicanto y adobe sostiene la estructura, donde resalta la galería en torno al patio con sus bovédas. En la parte posterior del complejo se encuentra el Patio Menor, donde se hallan el edificio que fuera destinado a la herrería y el acceso a la cocina.
Hacia el lateral sur del casco se dispone la iglesia. La finalización de esta obra fue en 1762, destacándose su techo totalmente abovedado, el altar y las pinturas que ornamentan los interiores y la cúpula.
Otro de los edificios que conformaba el casco era el obraje. Situado al costado de la iglesia, aquellos muros, que fueron testigos de la producción textil, albergan actualmente las actividades del Colegio Técnico.
El tercer elemento que complementa la estructura principal de la estancia es el Tajamar, embalse situado en el costado norte de la edificación. Esta represa, de 1.4 hectáreas, no sólo constituyó una reserva de agua sino que también posibilitó la organización de un molino hidráulico, con el que se obtenían harinas y granos molidos.
En la primera década del siglo XIX, y luego de fallidos intentos británicos en el Río de la Plata, algunos soldados tomados como prisioneros fueron remitidos a la estancia, donde permanecieron recluidos por un tiempo.
Semanas antes de producirse los hechos de mayo de 1810, Victorino Rodríguez le vendió la estancia a Santiago de Liniers, héroe de la Reconquista y ex virrey. Pero, llegado el grito revolucionario, la suerte de las principales autoridades coloniales estaba echada por organizar una contrarrevolución.
En este edificio se firmó el Pacto de Alta Gracia, el 16 de abril de 1830, durante el gobierno del Gral. José María Paz, que ligaba política y económicamente a Córdoba y San Juan.
Con el fusilamiento del dueño de la estancia, esta quedó en manos de sus hijos y sus tutores. En 1820, uno de esos tutores, José Manuel Solares, adquirió la propiedad. Un dato distintivo de él es que donó muchos terrenos a gente sin recursos y en menos de un año comenzaba a nacer la población de Alta Gracia.
El Museo
La construcción siguió por casi un siglo en manos privadas, hasta que en 1970 fue expropiada por el Gobierno Nacional. En ese entonces, surgió el proceso que terminó el 29 de noviembre de 2000 con la incorporación del legado jesuítico en Córdoba al listado de Patrimonio de la Humanidad de Unesco.
Actualmente, no se permite recorrer la totalidad de las salas, pero si algunas partes de la historia cordobesa en cada pasillo de la casona. Algunas exposiciones como la del Lenguaje de las cajas o Tirar de la manta, siguen sorprendiendo a los visitantes.©
+ Info adicional
La visita al Museo se puede realizar:
De martes a viernes de 9 a 13 hs y de 15 a 19 hs; también sábados y domingos de 9.30 a 12.30 hs y de 15.30 a 18.30 hs.
TXT I Fotos: Grupo Editorial Metro