El majestuoso puente volverá a ofrecer paseos turísticos, brindando una experiencia única y nostálgica. Un viaje en el tiempo, donde los turistas podrán revivir la historia de este gigante de hierro, que una vez transportó obreros fabriles y hoy transporta curiosos visitantes.
A comienzos del 2023, el Puente Transbordador Nicolás Avellaneda, que une el barrio de La Boca en CABA con la Isla Maciel en PBA, volvió a funcionar con fines turísticos después de permanecer 57 años en desuso.
El Transbordador, uno de los ocho que quedan en pie a nivel mundial y el único de América, despertó de un largo letargo en el año 2017. En septiembre de ese año, el viaducto móvil, ícono del barrio porteño de La Boca, volvió a conectar la ribera porteña del Riachuelo con la Isla Maciel. Ahora, en el 2023, vuelve a abrir al público con fines turísticos, ofreciendo un paseo único y nostálgico. El horario de funcionamiento será los viernes y sábados de 10 a 16 horas (salvo los días de lluvia, vientos intensos o tormenta eléctrica), con capacidad para 25 personas en cada viaje y saliendo de cada orilla cada media hora. Se estima que cada día el transbordador realizará 13 viajes, llevando un total de 325 personas.
La historia de este gigante de hierro es fascinante. Entre los años 2013 y 2017, Vialidad Nacional inició las obras de restauración para rescatar este tesoro histórico. El proceso de puesta en valor fue minucioso, respetando su diseño, aspecto y materiales originales, para que volviera a desplazar su barquilla con turistas curiosos en lugar de obreros fabriles, tal como lo hizo entre 1914 y 1960.
El Puente Transbordador Nicolás Avellaneda fue inaugurado por primera vez en 1914, construido en hierro con trazas de cobre para resistir la corrosión. Su estructura fue fabricada en partes en Inglaterra, trasladada en barco y armada en Buenos Aires. En aquellos años, los traslados se realizaban con un vagón colgante suspendido por cables de acero de 20 mm de diámetro, que se desplazaban a través de un riel de 77 metros de largo, unido en sus extremos a cada lado del río por pilares. El trayecto se cubría en poco más de cuatro minutos y podían cruzar 30 personas al mismo tiempo de forma gratuita.
Fue inaugurado por primera vez en 1914, construido en hierro con trazas de cobre para resistir la corrosión. Su estructura fue fabricada en partes en Inglaterra, trasladada en barco y armada en Buenos Aires.
En la década del 40 se construyó otro puente con el mismo nombre, Nicolás Avellaneda, pero de hormigón. Por esto, en la década del 60, el transbordador fue poco a poco dejando de ser usado y estuvo a punto de ser vendido como chatarra. Fue gracias a la organización de los vecinos en los años 90 que lograron que fuera declarado patrimonio cultural y se preservara.
Los trabajos de reparación incluyeron la adecuación de la cabina, la plataforma transbordadora y los elementos complementarios, así como el desmontaje de todos los componentes eléctricos de la sala de máquinas y del tablero de control de la barquilla. El sistema del restaurado Puente Transbordador Nicolás Avellaneda posee dos motores y un sistema de luces LED similar al de la Torre Eiffel de París, que cambia de color según la ocasión.
Gracias a las pinturas de Quinquela Martín, el puente adquirió trascendencia a nivel mundial y se ha convertido en un emblema del paisaje urbano del barrio de La Boca, de la Ciudad de Buenos Aires y de Argentina.
Hoy, este puente histórico ofrece un paseo turístico que une el pasado y el presente en un recorrido de poco más de una hora. El proyecto piloto, llamado “El puente y sus dos orillas”, llevado adelante por la Autoridad de Cuenca Matanza Riachuelo (ACUMAR), tiene carácter turístico y ambiental, buscando difundir el patrimonio histórico y natural de la Cuenca. El paseo es gratuito, y los boletos para cruzar el río se pueden obtener en las Estaciones de Promoción e Interpretación Ambiental de ambas orillas, desde donde parte el recorrido.
El circuito propone acercarnos al río, conocer las tareas de saneamiento y recomposición ambiental, y vivir una experiencia única, apreciando el territorio desde la barquilla de un puente que es un ícono patrimonial de Argentina. Durante el recorrido, llevado adelante por un grupo de guías de la Municipalidad y la Universidad de Avellaneda, el Gobierno de la Ciudad y ACUMAR, se pueden contemplar las postales de los pintorescos conventillos de La Boca, las fábricas del Dock Sud y hasta habitantes de la fauna nativa.
El proyecto piloto, llamado “El puente y sus dos orillas” tiene carácter turístico y ambiental, buscando difundir el patrimonio histórico y natural de la Cuenca. El paseo es gratuito.
Del otro lado la “isla” lleva el nombre de Cosme Maciel, un político santafesino “exiliado” que tenía un astillero en la zona. Allí hoy viven siete mil personas, según el último censo realizado en 2022.
Del “otro lado” se puede visitar la Casa Museo del Carpintero de la Ribera, donde su anfitrión Horacio Eusebi, orgulloso, nos cuenta su historia y la del lugar. “Acá trabajaba mi papá, Pocho, que era el que reparaba los botes. Sabía elegir el tipo de madera para cada reparación y la moldeaba con agua caliente y sus herramientas. Hacía milagros, por eso algunos de los botes tenían la leyenda “Gracias, Pocho” en el cartel donde llevaban la matrícula”.
El regreso a La Boca puede realizarse en el transbordador o utilizando la plataforma peatonal del nuevo Puente Nicolás Avellaneda, inaugurada en 2015, que cuenta con ascensores, escaleras mecánicas y cámaras de seguridad y facilita el cruce de los macielenses que estudian o trabajan en la Ciudad de Buenos Aires. Durante la semana, la opción más pintoresca son los botes que realizan el trayecto en dos turnos: por la mañana y por la noche.
El Puente Transbordador Nicolás Avellaneda es ahora un verdadero tesoro para la Argentina, ofreciendo a turistas y locales la oportunidad de redescubrir una parte importante de su historia y patrimonio en un paseo inolvidable. ©
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