Fue fundada por los Fenicios y conquistada al poco tiempo por griegos y cartagineses. Supo ser capital romana, formó parte del reino Suevo de Galicia e incluso estuvo ocupada por musulmanes. Así de rica es la historia de la capital portuguesa.
Situada en la desembocadura del río Tajo, la capital y mayor ciudad de Portugal, se levanta Lisboa. Debido a su ubicación geográfica fue una de las ciudades más influyentes para la dominación del Atlántico, hoy es uno de los atractivos turísticos que ningún viajero debe dejar fuera de sus planes.
El viajero planea su viaje a esta capital conociendo un poco de la historia del lugar: fundada por los Fenicios bajo el nombre de Ulissipo fue conquistada al poco tiempo por griegos y cartagineses. Luego paso a ser propiedad romana como capital pero bajo un nombre diferente: Olisipo. Tras la caída de los romanos paso a pertenecer al reino Suevo de Galicia hasta el 585. En el 711 cayó a manos de los musulmanes para ser recuperada finalmente en el 1147. Es por esta razón que Lisboa se encuentra atravesada por distintas culturas.
En su primer día el viajero puede comenzar por el barrio de La Baixa, el más céntrico e importante de Lisboa. Reconstruido tras el terremoto del siglo XVIII por el marqués de Pombal, La Baixa tiene un estilo clásico con calles geométricas, en las cuales abundan las construcciones más típicas de la ciudad: fachadas recubiertas de azulejos. Este barrio es ideal para recorrer a pie comenzando por la Plaza de los Restauradores que le debe su nombre a aquellos que se rebelaron en 1640 contra la dominación española y en cuyo centro se encuentra un obelisco que conmemora dicho acontecimiento.
Otro de los imperdibles de esta plaza es el Hotel Edén que se encuentra en lo que solía ser un antiguo cine.
Una de las calles sobre las cuales se encuentra la plaza de los Restauradores es la Avenida de la Libertad sobre la cual se pueden disfrutar majestuosos edificios del siglo XIX y calles cubiertas con mosaicos de interesantes diseños en blanco y negro. En este punto el viajero puede decidir sentarse a disfrutar un café en alguno de los hermosos restaurantes que se emplazan sobre esta avenida con terrazas cubiertas y jardines cuidados.
Para seguir recorriendo el viajero debe desplazarse por la Avenida de la Libertad que lo llevará a otra plaza dónde podrá observar a una moderna Lisboa: La Plaza del Marqués de Pombal. En este lugar que marca el inicio de “la nueva Lisboa” se erige un monumento al Marqués de Pombal quien fue gobernador de Lisboa entre 1750 y 1777. Alrededor de esta plaza se encuentran edificios de las sedes corporativas más importantes, los principales bancos portugueses y grandes hoteles por lo que se la reconoce como la zona más moderna de la ciudad. Esta zona es reconocida como ideal para alojarse ya que es muy tranquila y por supuesto muy bien comunicada con el resto de Lisboa.
El segundo día del viaje debe comenzar en el Castillo de San Jorge sobre la colina más alta de la ciudad. Este monumento es uno de los más reconocidos para los libaneses y, además, una gran prueba de las distintas culturas que habitaron en los distintos momentos históricos. La recorrida al Castillo con sus once torres y su museo puede llevarle más de media mañana. Además al estar situado sobre una colina, el castillo también ofrece estupendas vistas de dos de los barrios más antiguos: Mouraria y La Alfama.
Llegando al medio día el viajero puede decidir si quedarse a comer en el restaurante del castillo o si seguir su recorrido hacia la Catedral de Lisboa que se encuentra apenas a unos minutos de distancia caminando.
Comúnmente llamada “Sé de Lisboa” la catedral es la iglesia más importante y antigua de Lisboa. Su construcción data del siglo XII y tiene un estilo romántico predominante.
Lisboa es la capital de Portugal, aunque nunca ha sido declarada oficialmente como tal, ya que no existe un documento que atestigüe la capitalidad de la ciudad.
A pesar de haber sido reformada varias veces debido a distintas catástrofes naturales, la catedral aún conserva su espíritu original. El viajero puede decidir si quiere recorrerla en su totalidad y pagar la entrada para recorrer el claustro de la catedral donde podrá ver restos de romanos, árabes y medievales que han sido excavados en los últimos años.
En su tercer día en la ciudad el viajero puede dirigirse al Barrio de Belém otro lugar conocido en la ciudad por albergar importantes monumentos. A pesar de estar un poco lejos del centro y río abajo del Tajo donde se funde con el mar, este barrio está muy bien comunicado: podemos llegar a él en tranvía o barco. Dos imprescindibles que se encuentran en este barrio son el Monasterio de los Jerónimos y la Torre de Belém.
Declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1983 el Monasterio de los Jerónimos se construyó para celebrar el regreso de la India de Vasco de Gama y su tripulación, y la razón de emplazar el monasterio allí fue que previo a irse de viaje estos habían pasado un tiempo rezando en la iglesia de Ermida do Restelo ubicada en este lugar.
Es una de las ciudades más antiguas del mundo y la más longeva de Europa occidental.
Esta iglesia es muy distinta a todas las otras que el viajero puede observar en la ciudad, diseñada por Juan de Castillo está divida verticalmente en dos cuerpos: el de abajo contiene un gran arco conopial con dos puertas de acceso. Se pueden disfrutar también varios bajorrelieves con representaciones de la vida de San Jerónimo.
El viajero cierra su viaje entrando a otro Patrimonio de la Humanidad: La Torre de Belén. Esta construcción que en su inicio fue pensada como defensa de la ciudad, posteriormente se convirtió en centro aduanero y faro. Deslumbrado por la recorrida de la Torre el viajero se deslumbra por las ventanas con los cañones y los huecos donde se desechaban a los prisioneros. Esta torre de cinco pisos es la forma ideal para cerrar una recorrida por la hermosa Lisboa. ©
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